Todos los
verano del mundo, Mónica Gutierrez
Roca Editorial
05/07/2018
320 Pág.
Han pasado algunos años desde la última vez que Helena pisó Serralles, el
pueblo en el que se crió. La muerte de su padre la distanció, no sólo de sus
raíces, también en cierta medida de su familia. Se convirtió en una abogada de
éxito y ahora regresa para casarse.
El pueblo la espera con algunas sorpresas. Sus hermanos Silvia y Xavier
también están allí, su madre está inmersa en una nueva andadura laboral. A
parte de esto han abierto una librería muy peculiar en el pueblo y una floristería
regentada por un “vikingo” con muy malas pulgas.
La historia va navegando por la vida de Helena. Los recuerdos que evoca de
la fábrica de galletas en la que trabaja su padre, el olor a canela y vainilla.
La relación con sus hermanos, las decisiones que tomó y que la alejaron de todo
lo que ella era, que la transformaron en una persona que ya no reconoce. La
amistad inquebrantable de adolescencia con Marc, y su regreso al pueblo.
Es la primera vez que leo algo de esta autora y ha sido una agradable
sorpresa. La historia es sencilla, sin sobresaltos ni giros, en todo momento se
sabe qué va a ocurrir, pero eso no resta un ápice de ganas de leer. Todo lo que
envuelve a la novela desprende tanta ternura que es difícil no disfrutarla.
Tengo que decir que me ha gustado más el personaje de Silvia y Xavier que
el de la propia Helena. Es más, una vez terminada la historia, me quedé con
ganas de conocer más sobre el complicado matrimonio de Xavier y si llegaba alguna
solución. La relación de Marc y Helena es muy bonita, es un punto y seguido a
lo que quedó en su adolescencia. La madre es puro amor, la sensatez en estado puro y los habitantes del pueblo una maravilla.
Todos los veranos del mundo es una novela sencilla y tierna. Una historia corta
con la que pasar buenos momentos, un soplo de aire fresco entre novelas más
intensas. Un viaje al pasado para subsanar errores, reencontrase y ofrecer segundas oportunidades.