17 de abril de 2014

La gente feliz lee y toma café, Agnès Martin-Lugand

Tras la muerte de su marido y de su hija en un accidente, Diane lleva un año encerrada en casa, incapaz de retomar las riendas de su vida. Su único anclaje con el mundo real es Félix, su amigo y socio en el café literario La gente feliz lee y toma café, en el que Diane no ha vuelto a poner los pies.
Decidida a darse una nueva oportunidad lejos de sus recuerdos, se instala en un pequeño pueblo de Irlanda, en una casa frente al mar. Los habitantes de Mulranny son alegres y amables, salvo Edward, su huraño y salvaje vecino, que la sacará de su indolencia despertando la ira, el odio y, muy a su pesar, la atracción. Pero ¿cómo enfrentarse a los nuevos sentimientos? Y luego, ¿qué hacer con ellos?

Hace unas semanas que en diversos foros de literatura he visto la recomendación incansable de esta novela y al final terminó picándome la curiosidad. 
Tras leerla he mirado en Goodreads y parece ser que es uno de esos libros que adoras u odias, las notas son de lo más dispares. Desde que es lo peor que han leído hasta que es la revelación del año, miedo me da recomendarla. 

La gente feliz lee y toma café tiene una curiosa historia detrás, historia que por otro lado es cada vez más habitual. La autora, Agnès envió el manuscrito de su novela a varias editorial y tras recibir el rechazo de todas ellas decidió autopublicarlo, fue tal el éxito que una editorial le ofreció publicarlo en papel. Lo  llamativo de esto es que era la primera vez que una editorial tradicional daba este paso. 

Fuera de la anécdota, que en España hemos vivido varias veces, la historia me ha encantado. 
La novela es corta, cuenta con apenas doscientas páginas que me duraron menos de un suspiro. Una vez que comencé la lectura me fue imposible parar.

La obra comienza de una forma impactante. Conocemos a Diane a su marido y a su hija para, apenas cinco minutos después, asistir a la muerte de los dos últimos. A partir de ahí la vida de Diane se convierte en un infierno. La autora da un salto de un año pero veremos como Diane sigue en su estado de evasión. Permanece encerrada en casa, sin apenas comer, ni limpiar, ni asearse. Sin tener contacto humano, salvo las visitas de su mejor amigo Felix para obligarla a ingerir alimentos y meterse en la ducha. Diane es la viva imagen de como una persona puede consumirse por la tristeza. 

Pero todo cambia un día. Diana decide marcar un lugar en el mapa y marcharse durante unos meses. El lugar elegido es Mulranny un pequeño pueblo de Irlanda. Sin pensarlo y tras el asombro de su amigo y sus padres coge sus maletas y huye de París. 

En Mulranny es donde veremos el cambio que experimenta Diane. Sigue siendo una mujer triste y alicaída, se acuerda continuamente de su familia pero hay alguien que desata su rabia y la hace sacar la cara frente al mundo y ese es Edward, su insoportable vecino. 
En un primer momento la actitud de Edward es incomprensible. Se muestra claramente en contra de la llegada de Diane al pueblo, la avasalla, la atormenta. Es maleducado a posta y la ataca a la menor oportunidad, sin embargo eso hace, como digo, que ella se abra, se revele y comencemos a ver a otra mujer. 

La gente feliz lee y toma café es una novela puramente sentimental. En sus cortas páginas tendremos los nervios y los sentimientos a flor de piel. Hace mucho tiempo que no se me saltaban las lágrimas con una historia y con esta en la primera página ya me ha pasado. 
Tanto Edward como Diane son personas profundamente heridas y ambos encuentran en el otro un refugio, alguien con quien ser ellos mismos. 

El título tiene su significado. Diane junto con Felix tienen un café literario, un lugar en el que compaginar las dos pasiones de Diane: leer y el café. Una de las frases que se encuentran en dicho local es esa: La gente feliz lee y toma café. 

Hay dos cosas que me han impedido darle la máxima puntuación. Por un lado la protagonista en ocasiones peca de inmadura y es bastante inútil en lo que se refiere a las labores de una vida normal (no me refiero a labores de casa). Y por otro el final, no ha terminado de entusiasmarme. 

A mi me ha encantado pero si soy muy objetiva entiendo los planteamientos de la gente que no le ha gustado. La autora busca la lágrima fácil y se regodea en el dolor de la protagonista. Pero que queréis que os diga, como una es un poco masoca le da igual. 

La gente lee y toma café ha sido todo un descubrimiento, una novela llena de dolor, desesperación y angustia pero en la que nos damos cuenta que la vida sigue y está en nuestra mano levantarnos y disfrutar de ella. 




Alfaguara  05/02/2014      /      200Pág.    /     17.00€

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