17 de mayo de 2011

... Cuando se juega al Juego de Tronos, sólo se puede ganar o morir.


A lo largo de mi vida como lectora empedernida me he encontrado muchas veces con personas que afirmaban que tantas novelas románticas iban a terminar pudriéndome el cerebro; que tantos torsos y portadas calientes, iban a volverme ciega a la larga; o que tanta “prosa colorida”, y escenas calenturientas lograrían, cualquier día, que entrara en combustión espontánea, y no se volviese a saber nada de mí..... pero hasta hoy, nunca pensé que esto fuese a ser posible, y ahora amig@s, no lo dudo.

Pese a lo que podáis pensar mis desvelos, taquicardias y nervios, no se deben a un nuevo protagonista dominante, sexy y castigador (aunque El Khal Drogo, tenga mucho de eso), ni siquiera son el fruto de una novela romántica especialmente buena.... Conociéndome y con todas las pistas que he dado, no creo que sea un secreto a estas alturas de qué estoy hablando.





Hablo, por supuesto, de Canción de Hielo y Fuego, de George R.R. Martin, y concretamente de lo que su novela Juego de Tronos, y su adaptación a la pequeña pantalla, ha logrado despertar en mí, y por supuesto en mi compañera Dácil, convirtiéndonos en miembros honoríficos de la jauría de fans embravecidas de la saga, que rondamos la blogosfera estos días.

No voy a hacer una crítica de la novela, rondan miles en la red, y la verdad, es que podéis leer cualquiera, ya que aún no he leído más que halagos hacia esta saga, lo que deseo hacer es explicar que Juego de Tronos es mucho más que un conjunto de palabras, es una gran obra. Una preciosa obra de arte.

Leer esta novela no sirve. Hay que vivirla..... Mejor aún, ¡Hay que jugarla!


No era una exageración cuando les decía que esta historia amenazaba con convertir mi cerebro en papilla para bebés, es una realidad. Esta saga es absorbente, y cualquier distracción puede ser fatal, ya que en cualquier pequeño detalle se encuentra una pista importante.




 He jugado al Juego de Tronos


He traicionado a mis compañeras, cual Lannister. Con el fin de adelantarme en mis lecturas, ya sabe Elwen que no la esperé, aunque se lo prometí.

He mentido como Meñique, a mí conveniencia. Cualquier cosa para convencer a Dácil de que empezara la saga.

He revelado mis cartas, como Varys. Spoileando sin ton ni son, estuve a punto de arruinar las lecturas de mi pequeña Oly.

He retado, por mi orgullo a todo el que se ha puesto por delante. Soy una Stark, y mi lema es “Winter is coming”. Le envié mis tropas a Beleth y recé por que perdiese nuestro Choque de Reyes, aunque fui yo la que terminó sangrando en la arena.


He proclamado mis victorias a los cuatro vientos, para que todos sean conscientes de mi poder.... Soy orgullosa, una Khalesi, la mujer de un Khal. Twitter es testigo de mi insano regodeo.

He tenido miedo de perder, y he utilizado toda mi astucia en mi favor, como un gnomo muy listo. He jugado mis cartas, y he estado a punto de ganar.


He caído presa de la lujuria. (aunque gracias a Dios no he engendrado un bastardo como Jon Nieve). Me he empapado de las costumbres dothrakis, y he anhelado cada escena de el Khal Drogo, cada palabra de su boca... pocas, pero intensas y estremecedoras.

He comido, bebido y sudado Juego de Tronos desde que ví el primer capítulo, y leí sus primeras líneas. Maldigo mi impertinencia, y no haber hecho caso a los entendidos de verdad en estas lides (Kelemvor, Elwen, va por ustedes)... y ahora soy yo la que lanzo la proclama:


Juego de Tronos es una maravilla. Es mucho más que garabatos en papel, o una serie de fantasía épica con un gran presupuesto, es como dije antes “Una obra de arte”, una que hay que jugar, porque...

... Cuando se juega al Juego de Tronos, sólo se puede ganar o morir.


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